Paz exprés
Vivimos en tiempos difíciles, tal vez los más duros del último siglo. Mucha gente vive aterrada solo de pensar que de un momento a otro pueden morir. La muerte nunca es bienvenida, pero muchas veces no podemos hacer nada para evadirla; y esa realidad lleva a algunos a un estado de angustia insoportable. Asustados esperan a la expectativa de lo que otros hagan para resolver el problema. Pero Jesús dijo a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo» (Juan 14:27).
La situación de aquellos discípulos no era mejor que la nuestra ahora, ellos tenían razones para estar asustados. Si lees los acontecimientos que presenciaron poco antes de que Jesús los alentara con las anteriores palabras te convencerás de que humanamente no tenían solución a la vista. Analicemos lo que Juan relató antes de registrar las anteriores palabras de Jesús, empecemos en Juan 12.
María ungió a Jesús en Betania y Judas protestó por el supuesto despilfarro del costoso perfume, pero Cristo exclamó «Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto…» (v. 7). Luego hubo una conspiración para matar a Lázaro porque a algunos les molestaba que estuviera vivo (vs. 9-11). Después la entrada triunfal a Jerusalén se efectuó bajo la mirada sigilosa de espías nada amigables con Jesús y sus seguidores, que los vigilaban para acusarlos y matar a Jesús (vs. 12-19). Poco después llegaron unos griegos que deseaban hablar con Jesús y él aprovechó la ocasión para anunciar su muerte, una noticia que ninguno de sus seguidores deseaba escuchar (vs. 20-26). Seguidamente Jesús anunció su muerte otra vez y les dijo que se sentía turbado, pero a la vez les ratificó que aceptaba el sacrificio por el que había venido (vs. 27-36). Para colmo de males, a pesar de los milagros y señales que Jesús hacía, la gente no le creía (vs. 37-43). Pero aún así, Jesús los animó a creer en él o atenerse a las consecuencias finales (vs. 44-50). Por fin Juan describió algunos detalles importantes de la Última Cena de Jesús con sus discípulos; en cuya narración sobresale que el autor describió los movimientos del Maestro sin registrar que dijera una sola palabra hasta la intervención de Pedro. Parece obvio que el ambiente reinante de superioridad individual les impedía lavarse los pies unos a otros y Jesús se levantó y lo hizo; un acto que probablemente terminó de decepcionar a Judas, que antes solo pensaba en coronar a Jesús rey, pero que en ese instante luchaba entre la idea de hacerlo rey o venderlo; así que cuando lo vio lavando pies debió de haber pensado: qué clase de rey lava pies sucios a la gente. Nada parecía salir bien dentro de las expectativas humanas. Luego Jesús mismo anunció la traición de Judas, que poco después salió a ejecutarla. Cuando salieron del Aposento Alto Jesús anunció que se marcharía a un lugar donde no lo podrían ver; las despedidas son tristes, a nadie les gustan, así que Pedro trató de demostrar que lo amaba y Jesús le anunció que lo negaría tres veces antes del canto de un gallo (Juan 13:1-38). La cadena de acontecimientos dejaba detrás los momentos de entusiasmo que los había convertido en seguidores de Jesús, pero que en ese instante los catapultaba a un futuro incierto plagado de amenazas, deserciones y decepciones. Tan lúgubre era el ambiente que Jesús les dijo:
«No se turbe vuestro corazón…» (Juan 14:1pp). Esta frase contiene el primero de una serie de anuncios y consejos reanimadores que Jesús dejó a sus seguidores y que Juan registró en el capítulo 14, entre los cuales está el versículo que trata este tema. Analicemos Juan 14:27 en el sentido correcto.
El texto se divide en tres grandes temas: la paz de Jesús, la paz del mundo y el llamado a confiar sin temer. Surge la pregunta ¿qué diferencia existe entre la paz de Cristo y la del mundo? Pues en la comprensión de este detalle que parece inexistente está la posibilidad de que vivas en paz o no. Basta solo con que analices un par de refranes o frases célebres y comienzas a darte cuenta de la enorme diferencia entre uno y otro concepto de paz.
El mundo promueve la paz por medio de la guerra: «Si quieres paz prepárate para la guerra»; o, «El respeto al derecho ajeno es la paz», según Benito Juárez. Además, el diccionario de la RAE brinda ocho acepciones de la palabra paz y las tres primeras guardan relación con guerras y conflictos, pero cito la primera: «Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países». Todo esto está bien dentro del pensamiento humano, pero la paz de Cristo es más simple y fácil de obtener.
Analicemos la palabra paz en el contexto en que Jesús aconsejó a sus discípulos. Juan usó la palabra griega eirene, que significa tranquilidad, quietud, descanso, paz interior, de ella surge el nombre Irene, y eirene además es el equivalente de shalon en hebreo. Así que Jesús sugirió a sus asustados discípulos que cultivaran la paz interior y no esperaran nada del mundo que les rodeaba.
Jesús les dijo no miren en derredor, mírenme a mí y confíen, solo eso, no necesitan más. No los engañó diciéndoles: no pasa nada. Porque sí sucederían cosas peores, a partir de ese instante serían sacudidos como nunca. La situación continuó deteriorándose y los soldados prendieron a Jesús, lo golpearon, lo esposaron y se lo llevaron mientras ellos huían despavoridos y le seguían de lejos buscando información a distancia para estar al tanto de los acontecimientos que poco más tarde terminaron en la muerte de Jesús. Su mundo se derribó en pocas horas y se refugiaron lo mejor que pudieron mientras esperaban, posiblemente, el peor desenlace. Entonces apareció Jesús en medio de la noche y les repitió la misma frase: «Paz a vosotros» (Juan 20:19).
Ponte ahora en la nueva situación de ellos, ves como prenden a tu amigo, le golpean, se lo llevan, le escupen el rostro, lo azotan y lo matan. Luego le sepultan y vuelves a casa desanimado; pero unas horas más tarde tu amigo aparece en tu casa y dice: «paz a vosotros». Muy poca gente acepta con calma la reaparición de un difunto, por amado que este haya sido; incluso, tomó tiempo que Tomás aceptara a Jesús de nuevo. Pero el consejo de Jesús seguía siendo el mismo: paz, busca la paz interior. Paz en el susto.
A menos que escuches este consejo del Señor no tendrás alivio. En el mundo en que vivimos cada día es peor, detrás de cada problema espera otro mayor; pero a pesar de esta triste realidad Dios quiere que cultives la paz en tu corazón, que obtengas esa calma que puedes disfrutar hasta en el lecho de muerte. Porque la paz divina es el sosiego que brota de la confianza en que Dios está al timón de tu vida. No le temes a nada porque confías en que él controla tu existencia y desea para ti lo mejor. Y qué es lo mejor, nunca lo sabemos, porque no conocemos el futuro.
No quiero morir, es normal, es instintivo, pero se que moriré cuando Dios lo decida. No necesito conocer el futuro, porque es mejor vivir cada día como si fuera el último, y si Dios quiere, levantarme cada mañana con la satisfacción de un nuevo amanecer. Así recibo paz al instante. Por eso el título de esta reflexión: Paz exprés, porque ahora la gente necesita que todo sea instantáneo y no encuentran sosiego.
Una convicción me sostiene: debo controlar lo mejor posible aquello que está en mis manos; y lo que no puedo, confiaré en Dios y esperaré en él. Pero la paz no es algo que puedes comprar en algún sitio, sino que la consigues con una decisión simple. En fracciones de segundos tu vida puede cambiar del miedo a la felicidad. Solo basta que confíes en Dios y le encomiendes a [el tu vida, de esa manera tendrás paz. Vive cada instante de tu vida como si fuera el último, disfrútalo a plenitud y ama a Dios y a tu prójimo. Sobre todo, ama a tu familia, al final del camino, cuando todo te abandona, todavía los tenemos a ellos. No necesitas mucho para ser feliz, solo basta con que agradezcas al Creador por cada segundo que te regala de vida y confíes en él mientras vivas. Entonces serás feliz y alcanzarás Paz exprés.
Te deseo un lindo fin de semana.
José M. Moral
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