«Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra
de Nod, al Oriente de Edén».
Génesis 4:16
«La Biblia no es clara» —dijo-. «¿Por qué crees eso?»
«Pastor, mire lo que dice aquí: «Habitó en tierra de
Nod», si solo existían Adán y su familia, ¿quién era Nod?
El dueño de esa tierra a donde huyó Caín».
El alumno estaba confundido. La pregunta revela la
manera como nuestras presuposiciones nos confunden. A
veces nos inclinamos más a dudar de Dios que a
comprender las lecciones que él desea enseñarnos.
Interpretamos lo que deseamos creer. El versículo anticipa
las consecuencias que más tarde sufrirían Caín y su
descendencia.
Caín no era un ateo, él no ignoraba la existencia de
Dios, sino que eligió hacer su voluntad al mayor costo
posible: al precio de la perdición eterna. Ofreció un sacrificio
inadecuado y asesinó a su hermano, pero estaba
insatisfecho con la sentencia que Dios le dio: «Errante y
extranjero serás en la tierra» (Génesis 4:12). Dios lo
condenó a ser un nómada y un agricultor fracasado, porque
un campesino ambulante no logra mucho. Por eso a Caín
la condena le pareció injusta.
Él era agricultor, y ofreció los frutos de la tierra porque
los consideró una ofrenda más apropiada que la que Dios
le pidió. Amaba su huerta más que al Creador. Pero Dios lo
maldijo y le advirtió que si no se arrepentía habría
consecuencias irreversibles. Perdería su lugar.
Es difícil para un nómada ser un agricultor exitoso. Para
cosechar hay que sembrar y luego cultivar con paciencia
hasta recoger la cosecha. Pero Dios le dijo que viviría
errante. No daría seguimiento a su profesión. La vida
errante lo consumiría. Por eso Caín perdió la estabilidad
laboral.
La vida sin Dios desestabiliza al pecador, es la
consecuencia inevitable del pecado. Pero Caín no aceptó su
castigo y vio a Dios como un juez injusto: «Grande es mi
castigo para ser soportado» (Génesis 4:13). Hoy tal vez lo
habrían condenado a muerte, o encerrado de por vida en
un calabozo, pero el destierro le pareció una pena
demasiado severa. Rara vez los culpables aceptan su
condena. El orgullo y la justicia propia los consume como el
tizón encendido que el viento sopla hasta que la llama se
queda sin combustible. Entonces se apaga.
Caín no reconoció su falta ni aceptó la decisión divina,
tal vez pensaba que Dios debió felicitarlo por el uso
inadecuado del libre albedrío y por matar a su hermano
Abel. Creyó que Dios debía comprender su punto de vista.
Porque, «El pecado distorsiona la imagen de Dios en el
hombre».
La frase revela cómo, quienes cambian de bando se
unen a Satanás y ven a Dios como un tirano que los
persigue a muerte. La iglesia les parece un sinsentido y
huyen de los fieles como si fueran enemigos que los
acechan. La soledad y la distancia los alucina con la
perspectiva imaginaria de triunfar sin Dios. El orgullo impide
ver la realidad. Sin Dios la dicha verdadera no existe.
Por esto Caín juzgó a Dios y después se alejó del
Edén; se fue «Al oriente de Edén», —al este de Edén—.
Esta es una pista importante, porque indica que Dios
observó a Caín alejándose de la influencia divina. Edén
todavía era el lugar donde Dios se comunicaba con Adán y
Eva. La puerta de Edén miraba hacia el oriente. Así que
Adán y Eva daban la espalda al oriente cuando venían a la
puerta de Edén a encontrarse con su Creador.
Pero Caín hizo lo contrario que sus padres, dio la
espalda al Edén y fue al oriente, cada paso que daba lo
alejaba más de sus padres, del arrepentimiento, de la
salvación y de Dios. La palabra Nod significa nadie, Caín
huyó a tierra de nadie. Eligió aislarse de Dios. Desde
entonces los que abandonan a Dios se apartan de la iglesia
y procuran esconderse lejos de los fieles a Dios. Temen
que los vean en el pecado.
El texto no alude a la existencia de alguna otra persona
fuera de la familia de Adán, sino a la decisión de Caín de
convertirse en el ser errante que Dios había predicho que
sería. Huyó a tierra de Nadie, deseaba estar solo. Pecar sin
que nadie lo juzgara.
Lo trágico es que Caín fue más lejos de lo que Dios le
señaló, a medida que se alejaba de Edén, cada paso que
daba lo distanciaba más de Dios y lo convertía en un
rebelde insurrecto.
Como los pecadores actuales, él necesitaba demostrar
que Dios estaba equivocado. Dios lo condenó a ser errante,
pero él construyó una ciudad como desafío al juicio divino
(Génesis 4:17). Sustituyó su vocación campesina por la vida
de la ciudad. Caín fue el inventor de las ciudades. Desde
entonces las ciudades, con sus comodidades, a veces no
son el mejor lugar para que se establezcan quienes
pretenden vivir en la espiritualidad de Dios. El versículo
señala el rumbo de Caín hacia lo desconocido. Alejarse de
Dios es vagar hacia un futuro desconocido y sin esperanza;
pero de consecuencias predecibles.
Alejarse de Dios es el deseo incontrolable de quienes
insisten en desobedecer a su Creador. Dan rienda suelta a
las inclinaciones sensuales en busca de una felicidad
imaginaria, que según creen, los conducirá a lograr por sí
mismos lo que piensan que Dios les niega.
Cuando se pierden en la distancia y en el tiempo, para
liberarse de las exigencias divinas, desperdician sus vidas
en pecados y vicios incontrolables. Jesús mismo lo ilustró
muchos años más tarde con una simple parábola: «No
muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue
lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes
viviendo perdidamente» (Lucas 15:13). Huye de la rebelión
a Dios. Reconoce a tu Creador, acéptalo, ámalo y síguelo
hasta el final de tus días. Entonces lo verás cara a cara.

Pr. José M. Moral

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